VIERNES, 16 DE NOVIEMBRE DE 2012
Mientras leía para publicar en esta página un par de trabajos que hicimos y publicamos hace varios años, me doy cuenta de que ha pasado mucha agua bajo el puente, que muchos de aquellos objetivos que me planteaba siguen siendo ciertos, pero que también ha ido cambiando el eje de la perspectiva de mi visión de la relación paciente-médico.
Y digo “paciente-médico” por que cada vez tengo más claro que si alguien (el paciente) me viene a pedir ayuda, lo primero que debo es escuchar con la mayor claridad posible cuál es la ayuda que me vienen a pedir, y recién entonces, y a partir de allí empezar a ponernos de acuerdo en qué podemos hacer juntos.
Se va desarrollando así el concepto que hoy rige mi voluntad, de hacer con aquellos que me llegan en busca de ayuda, apoyo, consejo, esperanza…
La necesidad de hacerse «cómplice» del paciente, de formar un equipo de trabajo.
Donde en algún momento pueda (y deba) transformarse en el capitán de su propio barco, que de comienzo debemos poner en marcha juntos para salir de puerto (que sería el momento del impacto del diagnóstico y el comienzo del tratamiento). Digo 45 años de experiencia, que comenzó con la seguridad de que «el poder» estaba en el médico, me han llevado a entender claramente que el poder (esto es el poder de sanarse) está en el paciente y que mi trabajo es ayudarle a darse cuenta de esa realidad.
Obviamente la oncología tiene una parte totalmente técnica, absolutamente indispensable de ser conocida y manejada por el oncólogo (métodos, diagnósticos, indicación de tratamientos, cuando y donde cirugía y radioterapia, quimioterapia, etc.) que es por supuesto de mi incumbencia.
Pero estoy hablando de lo que pasa “más allá del cuerpo”, al decir de Larry Dossey, …y en ese punto la técnica debe necesariamente juntarse con la humanidad.
A todo esto llegamos, porque cada vez más nuestras técnicas convencionales no alcanzan para cubrir las necesidades espirituales del que sufre.
Nace así en principio las medicinas alternativas (esto o lo otro), que luego se llamaron complementarias (esto más lo otro) y que desde fines del siglo 20, en el mundo entero, comienzan a llamarse medicina de integración.
Medicina de integración es la medicina que tiene una visión totalizadora del hombre, de sus necesidades, de sus creencias, de sus sentimientos, de su religiosidad, de sus grupos de pertenencia, de sus anhelos no realizados…y su participación indispensable en el proceso de sanación. Pero de esto seguiremos hablando.
Rosario, 16 de noviembre de 2012.